Llegó la bebida peruana por excelencia, la bien-ponderada y magnética chicha morada hecha maíz morado, piña y limón, servida siempre heladita y además en familia. Doña Rosaura y Doña Socorro, las dos llegaron indistintamente pero con el mismo insumo morado, con la misma felicidad de niñas traviesas, la complicidad y el arrebato de traer desde tan lejos el maíz morado peruano, el auténtico, el que no consigue ni el más ingenioso exportador de insumos latinos. Y es que el producto final es totalmente distinto preparado por las manos prodigiosas de Rosaura y Socorro, así de simple.
Doña Socorro es gran conocedora de la medicina natural, su sapiencia puede curar cualquier enfermedad, depende su estado de ánimo y las circunstancias, ella te diagnostica y cura con los remedios caseros aprendidos desde la infancia, así le enseñó la vida en el oriente peruano, en la selva tropical, en los recónditos parajes de ese Amazonas grandioso, donde se come pescado de lago “Paiche”, tortuga, suri y armadillo, las bebidas son de “Aguaje” “Cocona”, sin desmerecer al poderoso “Masato”, y licores de caña de nombres tan singulares como su origen, tales como “Chuchuwasi”, “siete raíces” y “rompe calzón” y los platos insignes del “Tacacho con Cecina” y el “Juane” . Allí aprendió que para curarse del dolor de huesos había que frotarse con preparados de “achiote”, que cuando tengas gripe prepares infusiones y salsas de cebolla, menta, kion y limón. Con su recetario debidamente clasificado y memorizado, Socorrito da cátedra y sentencia a manera de diálogo amical, te va diciendo las propiedades curativas de aquella hierbita en tu jardín, que tú desconoces pero cuyo aroma te envuelve cada primavera. Modesta pero grandiosa en sus gestos, sé que no lo planeaste pero al llegar con tus nueces y albahaca lista para un tallarín verde, un té de manzanilla, con las imágenes del Señor de los Milagros, del Señor de la Caída y la Cruz de Motupe, confiabas y sabías que todo estaría bien.
Al mismo tiempo Rosaura llevó el maíz morado tan lejos como pudo, tan lejos como el Medio Oriente, como la lejana Turquía. Rosaura llevó y preparó tanta chicha como pudo, tal fue su éxito que es requerida y conocida por aquella bebida que magnéticamente te va acogiendo, como dando la bienvenida o diciendo adiós, con ella se brinda al estilo peruano ¡salud! ¡seco y volteado!, primero la observan y analizan su morado color, el aroma inconfundible te invita de a poquitos a que te rindas al morado corazón del maíz que abre puertas y atrae corazones.
Hubieron muchas historias en el trayecto de aquel maíz, y tantas otras que Don Rigoberto me contó, recordó su magnífico linaje cuzqueño incaico, directamente de los Pumacahua, que si de panacas reales hablamos, la suya esta aun por descubrir y preservar. Don Rigoberto fuerte como un roble, tan callado y preciso tiene fe, constancia y prueba fehaciente que el matrimonio es para siempre, el no sabe de plantas pero se deja curar, el sabe que todo puede ser arreglado y vuelto a construir, quizá él mismo no se entienda, pero sus manos prodigiosas edificaron y cuidaron de una larga descendencia. Se acuerda que fue un galante marinero, que zarpo de puerto en puerto el litoral de la costa de centro y Sudamérica, me cuenta también que en cada puerto dejo un amor, y que era tal su encanto que era invitado a todos los bailes del puerto.
Don Rigoberto canta y baila los huaynos que siente en el alma, canta bajito y cuando canta las lágrimas le llenan los ojos de un pasado grandioso, extraña quizá a sus hermanos que ya partieron, extraña quizá un puerto que lo acogió en sus años mozos, me miras y por alguna razón creo que estas feliz, sonríes con paciencia y experiencia de todo lo vivido, a ti Rigoberto te dedico este huaynito que te escuché cantar bajito y siempre recordaré que coincidimos en autor, letra y canción!
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