Princesas equivocadas

Paseaban las princesas en su mágico laberinto, en franco lio de mascotas, maquillaje, música, chicos, celulares, zapatillas, ropa, el clima, de cómo sacan a sus perritos a pasear y se olvidan la bolsita, y seguro lo cool que se ven chicos y chicas protestando en contra de las medidas brutales de Robert Ford o nuestra versión de Trump. Por no decir cuántas otras cosas que solo a esa mágica edad de 15 años son capaces de glorificar o desterrar en segundos las princesas que yo conozco.

Paseaban las princesas en un sinfín de risas, como es propio de mujercitas en todo su esplendor, se ríen mucho, se ríen de todo, de todos y a todo momento, no merma la circunstancia ni la razón, ellas ríen por que pasa el viento y casi las lleva en vuelo, ríen tanto que si a eso le agregamos el vuelo del paraguas es ya una carcajada inevitable, las princesas ríen y eso me hace tan feliz, conozco a mi princesa en especial, es la más risueña sin exagerar.

Cuando llega la tarde y todo es propicio la mía duerme, se revitaliza y duerme como la bella durmiente, entregada a sus sueños y sin más preocupaciones que la tarea para el día siguiente, la tarea es por ahora su máximo impuesto, y las notas y la competición tengo la leve sospecha que aquello es importante más no trascendental. Ella usualmente esta en otro plano, no tan superficial y mundano como el mío, mi princesa es feliz con la sonrisa de la mejor amiga, con la llegada de los pajaritos azules BlueJays, de los rojos y de las mariposas, es feliz cuando meditando se comunica y se relaja como solo he visto en películas tipo Ghost!

Es feliz cuando comprueba que sus habilidades para echarse de cabeza en el mueble no han disminuido con el tiempo, es feliz cuando me pide que la abrase pero además la apachurre con toda mi fuerza, que eso la relaja, que además ha comprobado esas peculiaridades en la familia y con eso se contenta. Mi princesa es sublime, es trascendente en sus observaciones y ni que hablar de las opiniones que que espontáneamente lanza al viento, esas sí que pueden gravarse en piedra, y es que siempre la sentí hipersensible, como de cristal a nivel de sus pensamientos, desde muy pequeñita brillaba con luz propia, trascendía en su mirada como de antaño, de la mano aprendimos en el camino las dos, yo le di la fuerza y el amor y si pudiera llenarle el camino de flores lo haría, mi princesa solo con ser como es, ya lo hizo por mí.

Entonces paseaban así dos Princesas en su laberinto, la mía y su amiga, altas muy altas, y bellas, compasivas y súper conectadas con su yo interior, con su yo transcendente y hasta con sus orígenes. Y es que estas dos princesas particularmente son hijas de inmigrantes casadas con Canadienses, una de Portugal y la otra de Perú, entonces demás está decir cuan conectada esta la mía con sus raíces latinas, pero además y específicamente peruana, que ya es bastante decir pues no hay peruano mas patriota que el que esta fuera del Perú, aquellos y aquellas que como esta servidora volaron sin mirar atrás por un tiempo, para no quebrarse en mil pedazos, para no convertirse en sal. Así explicado el Perú que llevamos dentro, a los hijos le presentamos una versión magnificada y encantada de nuestro país, para que lo quieran mas, para que si un poquito cala tanta explicación, que sea porque fueron años de relatos, cuentos y leyendas, de la misma historia peruana contada en versión gringa y de a poquitos, contada como para princesas que no conocen esa realidad, que se deben imaginar todo del relato, desde “había una vez un lugar mágico en la copa de unas montañas nevadas, donde ya la vista se pierde por lo alto y hermoso del paisaje, donde casi tocas las nubes con las manos y una poderosa fuerza de abruma y cuenta la leyenda que se trata del  misterioso y perdido Imperio de los Incas,  MachuPicchu”.

Contado así, yo también me enamoro del Perú, contado así mis raíces andinas palpitan de emoción, contado así, y seguro con un fondo de flauta pan y quena de huaynos cantados por sopranos de coloratura, en una noche de cuentos mágicos conmigo y clases eternas de Español con la abuelita profesora, y directora, y socióloga, y además fuerte como un roble y animosa y orgullosa, que “no se deja pisar el poncho” y con la riqueza de tener a la familia en vivo y en directo, mi princesa conoce a su bisabuelito, su abuelita, los tíos y tías abuelos y extendidos, primos primas, sobrinos, a su madrina/tía  que además es mi hermana pequeña y a la que gozo tanto que hoy trata de transmitir todo a mi sobrinita,  a su padrino, a toda la familia de su padre, es decir le hemos dado bastante sustento a ese corazoncito.

Resulta y pasa que en su camino primaveral paseando despreocupadamente en el parque donde las princesas crecieron y jugaron, una bruja disfrazada se acerco con la excusa de las mascotas, y queriendo saber sus nombres y queriendo jugar con sus mascotas, y armando un pequeño revuelo con las correas ya que son de una raza pequeña y juguetonas. Empezó así a conversarles, ellas súper amigables como siempre, le respondían cayendo en cuenta que iba de tema en tema totalmente opuestos, por lo general uno coordina mentalmente y sigue un correlato, al menos con extraños, pero no, la bruja iba y venía desde el tema de su gato al medio ambiente y así estuvieron por un rato, hasta que de pronto y sin mediar apuros dijo “Pueden creer que estos inmigrantes que vienen a nuestro país son puros ladrones, borrachos y fumones, además no saben ni leer ni hablar en Ingles…” y cuando iba a proseguir con su perorata y ante el asombro inevitable de las princesas, la mía cayo en cuenta que ya estaba alegando defensa férrea imaginándose a su madre y a su abuelita, y a toda su familia, allí mismo mirándole y entonces con toda calma y aplomo negó severamente los injuriosos trascendidos y enumero cada una de sus razones de porque no es verdad que todos los inmigrantes son malos, o es que no hay canadienses malos? Que ella es hija de inmigrante y su madre sí que sabe leer, escribir pero sobre todo hablar claro y sin rodeos cuando de abogar por tan injuriosas opiniones, que respetando el derecho que todos tienen a su opinión personal, el límite es el adjetivo calificativo y de mala fe, de mala entraña y con malas intenciones. Allí está el límite y para mi princesa esta todo claro, correctamente alegado y defendido, la bruja en cuestión no tuvo más remedio que disculparse y devolverse calladita y a paso ligero por el mismo camino de donde vino, seguramente pensando “Qué diametralmente errada estuvo cuando escogió a las dos Princesas muy equivocadamente, pensando quizá que estaba en su zona de confort, se sentía parte del paisaje sin embargo, ni en su más pesado sueño hubiera podido esperar aquel alegato de defensa cerrada de parte de mi Princesa, defendiendo como ella sabe, cerrando puntos donde no había forma de negociar y enumerando sus errados puntos de vista, con argumentos tan sólidos que hasta el sol de hoy caigo sigo repitiendo “Digna hija de inmigrante, mi Princesa de los cuentos”.

 

 

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