Has escuchado hablar de las Ollas Comunes?, son aquellas guerreras que alimentaron a medio Perú en tiempos difíciles, digamos que fueron ellas las mujeres de los barrios marginales, de los mal llamados “pueblos jóvenes”, y esto porque da la impresión que hablamos de algo pasajero, de una situación que es nueva y se irá mejorando paulatinamente, pero nó! La realidad es que estas poblaciones pobres se hacían más pobres con las políticas globalizadas de libre mercado, hechas para el beneficio del 1% de la población que además es dueña de medio Perú. Así como quien no quiere la cosa, los pueblos jóvenes se hicieron viejos y se quedaron tal como empezaron, solo algunos surgieron como el esforzado pueblo de Villa El Salvador que conocí como parte de mi estudio de trabajo social la cual había sido en sus mejores épocas, ejemplo al mundo de cómo se construye todo de la nada! y la urbanización Bella Unión en el Callao, que empezó en una pampa de tierra, con construcciones de esteras y calaminas, y ahora con el esfuerzo de sus habitantes, es un pequeño respiro de tranquilidad y prosperidad en medio de una no muy pacifica parte del puerto. Retomando entonces sobre el rol protocolar de las ollas comunes, ollas solidarias, cocina popular, pan para el pueblo, que vio en estas ollas el menoscabo al hambre que siempre duele y jamás se va. Se puede ver en todos los asentamientos humanos un área común de cocina y reparto de comida, que al mediodía está repleto de gente ansiosa, haciendo interminables colas, por una porción de comida. Eso sí, tenemos vistosos y recursivos envases, esperan así con sus ollas directamente, con taperas tamaño familiar y su yapa, esperan con baldes y hasta con bolsas de plástico, todo es factible mientras calme el hambre y contribuya al presupuesto familiar. En todos los casos son familias que envían a un representante, entonces este personaje llevara la comida para siete a diez miembros de su familia, pedirá aumento y además su agua de yerbitas para calmar la sed, cabe resaltar el costo nominal de estas porciones, por solo un nuevo sol.
Y es que las ollas comunes son abastecidas por el Estado, entonces las madres trabajadoras y pundorosas cuentan con el reparto de los abarrotes para la cocina diaria, cuántas veces salieron a protestar por el recorte en los alimentos indispensables en la dieta de sus hijos?, cuántas veces soportaron la bombas lacrimógenas y otras represiones?, solo por un reparto justo. Cuántas veces se les dio pura mierda, cuantas veces se les dio la famosa “leche ensi” que cual leche en polvo terminaba con tu paciencia y tu estómago. Fueron tiempos difíciles, fueron tiempos de Alan García, fueron tiempos de “cachangas o refritos de harina” para engañar al estómago porque escaseaba el pan, el azúcar, el arroz, y por último termino escaseando el agua y allí sí, los juegos del hambre tan famosos hoy en día, era cosa de todos los días en el país de las “colas del agua”, y es que no había clase media en ese tiempo, llegamos todos a la utopía de la igualdad entre los pobres y solo un reconocido 1% de peruanos dueños de tierras, vidas , fortunas y demás, escapó y/o se atrinchero en sus cuarteles de invierno, cuya descendencia nunca se enteró de lo que pasaba al otro lado de sus casas de verano o sus haciendas de invierno. Por eso siempre encontramos uno que otro exaltado compatriota con leves casos de negación, a veces amnesia, y otras muchas que vivieron en un pais paralelo y tuvieron que ponerse al dia cuando por fin emigraron y les decian Peru=Machupicchu? Entonces paralizado por la ignorancia adquirida, por la falta de vision o por puro cojudo, volvia la vista a ese pais que lo vio nacer , pais de las diferencias sociales, de las injusticias, pais de todos los crisoles rasiales y Tesoro de la humanidad y del cual ni enterado estaba.
Pero no por eso el recuerdo se agria ni mucho menos, lo vivido es siempre una lección de vida, un porqué y un para que de las cosas que de otra forma no estuvieran en tu memoria colectiva, ni el recuerdo ni la sazón se ven comprometidas, al contrario, las manos prodigiosas de las cocineras peruanas, madres guerreras por naturaleza, le sacan la vuelta a las limitaciones para que en su cocina no falte la prodigiosa cebolla, ají panca, cebollita china, y ají amarillo, aunque la carne no sea lo que abunde sino el huesito para darle sabor, la cocina peruana es reconocida en el mundo por su exquisitez, variedad y originalidad. Y es que en las zonas afectadas por la naturaleza, la gente cocina primeramente con alegría y sabor, con son, con eso que le llaman al “mal tiempo buena cara”, pues si, con la música del momento a todo volumen, si se puede se va bailando y si sobra un poquito de vino o cerveza negra para el toque final, entonces también ayuda al autoestima del cocinero. Así entonces, en las diferentes regiones del Perú, la gente que sabe cocinar, entre las que no me cuento yo, lo hace muy bien, por lo general preparan todo bastante rápido, al instante, veloz, y siempre puntualmente a las doce del mediodía, la comida estará bien servida, bien taipa! Como para dos! Y todavía con su yapita…
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