HERMANITAS

hermanitas

Creo que nunca lo he contado, pero con mucho cariño cuento que tengo tres hermanas, lindas y únicas, con una de ellas he vivido la mitad de mi vida, con la otra una cuarta parte, y con la que nunca viví, guardo de ella gratos recuerdos, desde mi cumpleaños número cinco, que fue según mis recuerdos, cuando conocí a las dos mayores, o será que así quize caprichosamente recordar en la memoria fotográfica de la niñez. Mis hermanas y yo, siempre fuimos distantes, cada una en su pequeño mundo de cristal, con vidas diferentes, interesantes en muchos sentidos, vidas de novela, de amor y desamor, y con la singularidad de estar entrelazadas por el vinculo consanguíneo. Creo que no crecimos juntas por alguna razón que va mas allá de lo pragmático, cada una es tan singular y única, no nos parecemos mucho, queremos parecernos a veces por efectos de fotografía, pero no es así, crecimos en épocas y circunstancias distintas, complicadas tal vez, pero cada una en un tiempo y espacio elegido por el destino, cada una recibió un talento distinto, heredando todas el carácter fuerte, la feroz independencia, el espíritu indomable y al mismo tiempo románticas, soñadoras, enamoradas, todo aquello dividió en cuatro lindas princesas.

A la mayor de mis hermanas la recuerdo ya cuando ella estaba de novia, de quien seria después su esposo, mi cuñado, mi hermana, maestra de profesión, estudiosa y trabajadora, se caso de blanco en una boda de cuento de hadas, recuerdo haber sido una de sus damas, y recuerdo el largo de su níveo vestido, era tan pero tan largo que seguramente empezaba en la Catedral de Lima y terminaba en la fiesta de recepción, que haciendo una retrospectiva, fue recepción de princesa,  a la cual observe siempre de lejos con orgullo, con cariño de hermana y respeto.

Mis otras dos hermanas tan reales como yo, con las que nos queremos tanto y nos peleamos otro tanto, mis otras dos hermanas, una mayor y otra menor que yo, con una de ellas compartí la etapa del encanto y desencanto, de los primeros amores, con ella nos peleamos hasta por el espejo, por los chicos, por la ropa, la radio, los casetes, las escapadas, los permisos, las fiestas, etc., etc.…3,14,16 Mi hermana que bien pudo ser modelo de pasarela, guapa, delgada y alta, una artista del dibujo y una apasionada de la música romántica, los poemas románticos, en fin la mas soñadora de todas, con la que reí y llore bastante, mi hermana que supo ser madre no solo de uno, sino de tres hijos, y ahora vive su propia historia de amor, mi hermana a la cual llegue a conocer en su otra dimensión madura y consiente, cuando finalmente pasaron los años y nos volvimos a encontrar. Y finalmente mi hermana menor, a la que recuerdo con cariño el día que nació, cuando llego del hospital y jugaba a que era mi muñequita, dentro del mismo corralito, a la que contaba los deditos de la mano todas las noches, era tan chiquitita que parecía esconderlos. Mi hermana con la que viví la mitad de mi vida y para no hacerlo menos aburrido, peleamos igual número de años, nunca coincidimos en casi nada, a pesar que compartimos la vida juntas, siempre trazamos nuestros perímetros y es más, construimos grandes barreras de fierro, y así aseguramos nuestra dicha y desdicha, nunca una encima de la otra, siempre al margen, cuidando las barreras, marcando las distancias, cosa extraña, rarísima, real y seguramente mas común de lo que pienso.

Mis hermanas y yo tenemos algo muy marcado, el fuego que brilla en los ojos de la energía paterna, tenemos esa mirada que nos sello la vida y marco el destino, con una de ellas coincidimos que las amistades a veces piensan que estamos molestas, pero no! , es nuestra mirada, nuestro sello de marca, ella por su parte piensa que hasta promueve el mal de ojo a los bebes y caigo en cuenta que yo también, una amiga hace poco me dijo, “tu energía es alucinante… no sé si bien o mal, pero alucinante y fuerte”. Quizá por eso mismo, la vida se encargo de mantenernos alejada física, psicológica y geográficamente, para no caer en mal de ojos, ni en guerras civiles, reales o ficticias, quizá para mantener intacto el recuerdo más bonito de los primeros años cuando nos conocimos, a veces por muy juntos terminan judicialmente separados, y por mucha comunicación terminan en notificación. Sé que nuestra dicha es la felicidad de haber traído al mundo hijos e hijas felices, íntegros, buenos y con mucha historia que ha de ser el tesoro más grande de nuestra herencia paterna, cada una se abrió camino en el complejo mundo de grandes, cada uno a su manera, se aventuro a lo desconocido, alguna vez todas sentimos la enorme presencia de la energía paterna, contundente y poderosa siempre alrededor. Sabemos que nos queremos sin necesidad de decirlo nos tenemos una a la otra, quizá una en Europa, otra en América del Norte y otras en el Sur, pero sabemos que los vínculos son poderosos y siempre seremos hermanas. Algún día si llegamos a viejitas, coincidiremos sin duda alguna en el mismo punto geográfico de donde empezó todo, de donde partimos a lejanos destinos, y entonces de repente con las barreras ya no de fierro sino de algodón, las energías mas calmadas y la vida un tanto también, analizaremos con calma y sabiduría, si todo aquello que hicimos tuvo un destino y objetivo ya trazado.

Mi hija no tiene hermanas o hermanos, no tendrá entonces esa complicidad y recuerdo que puedo evocar con gratitud y cariño, tiene entonces amigas y primas entrañables, de mi hija fui yo su mundo pequeño, represente esa mitad de familia peruana que se quedo muy lejos, y tengo la certeza, que de haberse criado en Perú, la realidad fuera diametralmente distinta para bien y para mal, porque para todo hay un equilibrio en la vida. Pienso a veces que mi hija tiene tan arraigada la familia peruana que sin tenerlos cerca, los quiere y recuerda con sorprendente nitidez. Así de diferentes son los caminos de dos generaciones, una que abrió senderos, y trazo caminos y aquella que floreció sin volver la vista atrás.

 

 

 

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